sábado, 26 de febrero de 2011

La edad de los milagros.


Tal como Bonnie Raitt cantaba y como si nos lo estuviera diciendo a todos nosotros: «La vida se vuelve sumamente valiosa cuando ya nos queda menos tiempo para perder»

¿Que sucede cuando llegamos al final de la cuarentena? Hemos vivido lo suficiente como para haber tenido algún que otro disgusto, y desde luego hemos acumulado experiencia, vida y sabiduría.
Pero las expectativas que nuestra sociedad nos ofrece no parecen muy alentadoras. A partir de la cincuentena comenzamos a hacernos invisible, y las puertas a nuestro alrededor comienzan a entornarse...a no ser que cambiemos de perspectiva.

Marianne Willannson en su libro "La edad de los milagros", nos ofrece esa perspectiva diferente, una que nos abre a la posibilidad de una vida mucho más plena que la que hemos podido vivir hasta ese momento. Os dejo con unas lineas del primer capítulo de su libro...

"La edad madura no es sin duda un territorio nuevo, lo que es nuevo es cómo muchas personas buscamos algo que trasciende las reglas prescritas culturalmente en torno a ella. Según Werner Erhard, fundador de la organización Est, podemos vivir nuestra vida motivados por las circunstancias o por una visión. Y al llegar a la edad madura podemos forjarnos una nueva visión, una nueva forma de interpretarla, para trascender las limitadas formaciones mentales que han estado definiendo los parámetros de la edad madura durante generaciones.
(...) Tus pensamientos son lo único que determina lo que ahora es posible para ti.(...) Aquello que tiene el poder de determinar tu futuro no es lo que te ocurrió en el pasado, lo que establece el curso de tu probable futuro es cómo interpretas lo que te ocurrió y como aprendes de ello. 
(...) ¿Como viviríamos si no le tuviéramos miedo a la muerte? ¿Como viviríamos si nos sintiéramos autorizados tanto por nosotros mismos como por los demás para darle a la vida todo cuanto tenemos? ¿Sería entonces la edad madura la edad de acabar con todo o la de empezar al fin?¿La época de rendirse o la de reclamar lo que realmente queremos? (...) 
Si deseamos envejecer con el piloto automático puesto, como una experiencia prescrita de antemano y prefabricada, en ese caso no es difícil:el statu quo ha dejado señales por todas partes. Pero si deseamos crear algo nuevo para nosotros y para los que nos rodean, entonces es importante reconocer lo limitados y limitadores que son los pensamientos sobre la edad madura que siguen impregnando nuestra cultura.
(...) Muchos de nuestros pensamientos sobre la edad madura están anticuados. Son ideas que las generaciones anteriores nos han transmitido y que ya no encajan con quien somos o con lo que estamos haciendo en este mundo. 
(...) Tus pensamientos son lo único que determina lo que ahora es posible para ti. Ha llegado la hora de ir más allá de las fórmulas predeterminadas que tu o que cualquier otra persona pueda tener sobre lo que es «posible» en esta época de tu vida. Al margen de lo que te haya ocurrido o dejado de ocurrir en el pasado, el presente sigue siendo una inagotable fuente de oportunidades milagrosas para ti...
Una vez hemos aceptado que la vida no es tan fabulosa como habíamos creído en unos aspectos, descubrimos que lo es incluso más en otros que ignorábamos.


Por fin, nos hemos desprendido de las pautas mentales disfuncionales y obsoletas que bloqueaban nuestro camino impidiéndonos alcanzar un destino más elevado. Y aunque nos sintamos un poco deprimidos por no ser ya jóvenes, al mismo tiempo nos alegramos profundamente de tener ahora más idea de cómo funciona el mundo.
(...) Podemos bendecir y transformar la experiencia de la edad madura. Lo lograremos al cambiar lo que pensamos acerca de ella: los pensamientos que envían información a nuestras células físicas y que constituyen el proyecto para nuestra experiencia mundana. Debemos hacer dos cosas: abandonar nuestros pensamientos limitados y aceptar los ilimitados. Nuestros pensamientos se reflejan en nuestra experiencia, desde el estado de nuestro cuerpo hasta el de nuestro mundo. A medida que reprogramamos nuestros pensamientos, lo vamos reprogramando todo.
(...) Sabemos, al menos intelectualmente, que en la edad madura no tenemos por qué hundirnos en la dejadez o en la resignación. La juventud puede dar paso a otra etapa de nuestra existencia igual de espectacular. En la edad madura y más allá de ella podemos reclamar una experiencia de la vida más maravillosa de la que nos hubiéramos atrevido a imaginar..."